El Estadio Monumental recibió con un gran marco al plantel Millonario, en lo que está siendo el primer partido del año con público. A su vez, es el tercero para los dirigidos por Marcelo Gallardo en lo que va de la pretemporada. Con casi 25 mil personas en las tribunas, River, que tiene en el once inicial a Leandro González Pirez, uno de los refuerzos, y el debut de Ezequiel Centurión en el arco. El Muñeco lo vive con la misma intensidad que un partido oficial.
Después de manejar la pelota de lado a lado durante un largo rato y de empezar a apretar cada vez más a Platense, River se encontró con el 1-0 en los pies de Braian Romero. Desbordó Alex Vigo, tocó atrás para Enzo Fernández; Simón pateó al arco y el delantero capturó el rebote que dio el arquero De Olivera. La paró de pecho y definió, un pasito adelantado, con el arco sin protección.
El Millonario siguió manejando el trámite con total tranquilidad. A tal punto de que Platense apenas pudo cruzar la mitad de cancha para fabricar alguna jugada de ataque. Palavecino fue el más movedizo del primer tiempo y también hubo una gran labor de Paradela, quien arrancó por izquierda y después se volcó a la derecha. González Pirez, con buenos pases filtrados y solvencia, empezó a mostrar algunos destellos que explican porque el Muñeco lo trajo.
Juanfer Quintero se encuentra en el estadio apoyando a sus futuros compañeros de equipo. Si bien todavía no firmó contrato debido a un tema de papeles con el club Chino, es un hecho que se convertirá en refuerzo oficialmente del Millonario dentro de los siguientes días. El enganche colombiano, al igual que Girotti y Barco, se encuentran presentes a un costado de la cancha observando a sus compañeros.
El enojo de Gallardo
Si bien River está dominando el encuentro, Marcelo Gallardo suele vivir todos los partidos con la misma intensidad. En un cambio de frente de Palavecino que no pudo controlar Alex Vigo y la pelota se escapó por el lateral, el Muñeco enloqueció. Abrió las manos en señal de queja, resopló y terminó en cuclillas llevándose las manos a la cara sin poder creer lo que estaba pasando. A su vez, se puso a pensar en qué decirles a sus dirigidos.
