Hay partidos que quedan marcados en la memoria de los fanáticos para siempre por diferentes circunstancias. Puede ser por un penal atajado, por un gol determinante, por lo que estaba en juego y por el significado de ganarle a tu rival de toda la vida. Ese superclásico entre River y Boca en el Estadio Monumental fue exactamente ocho años atrás. Y reunió todos esos condimentos. Así fue la primera eliminación en el ciclo de Marcelo Gallardo.
Fue un empate sin goles el de la Bombonera, un choque en el que abundó la pierna fuerte y que tuvo muy pocas emociones en las áreas. Así, el equipo de Marcelo Gallardo llegó al estadio Monumental con la cabeza puesta en el objetivo internacional. El exDT el fin de semana anterior había resguardado casi la totalidad de su equipo titular en Avellaneda, donde se jugaba buena parte de la definición del torneo local frente a Racing.
El Monumental se vistió de fiesta para recibir al equipo a lo grande. La Subcomisión del Hincha armó una fiesta descomunal, con globos, humos y la pasión de siempre. Claro que, a la hora de jugar, los nervios de una semifinal jugaron una mala pasada y a los pocos segundos Germán Delfino sancionó una falta dentro del área cometida por Ariel Rojas. Penal.
Luego de varios minutos de discusiones y forcejeos dentro del área, Emanuel Gigliotti acomodó la pelota en el punto penal. Bajo los tres palos estaba Marcelo Barovero, que con su sobriedad de siempre se lanzó contra su palo izquierdo y adivinó la intención del delantero. El Monumental estalló en un grito ensordecedor. ¡Barovero, Barovero, Barovero!
Marcelo Gallardo hizo historia en River
El equipo de Gallardo salió a jugar con la intención de siempre: presionar alto, buscar el arco contrario y tratar de imponer condiciones. Claro que en los primeros minutos tuvo algunas indecisiones lógicas, hasta que llegó la otra jugada que cambió el partido. Leonel Vangioni, en una de sus tantas incursiones ofensivas, también sacó un remate defectuoso.
Pero, en esa pifia encontró en la puerta del área a Leo Pisculichi, que definió de primera y de zurda, y puso la pelota contra el palo derecho de Agustín Orión. El Monumental volvió a explotar, esta vez con un grito de gol. Adentro, los protagonistas se fundieron un abrazo icónico entre Piscu y Gallardo que pasó a la posteridad. Historia pura.