A lo largo de la historia, River ha tenido grandísimos jugadores y, sin lugar a dudas, brillantes arqueros. Si bien es cierto que muchos de los ídolos ocupaban posiciones ofensivas, hay muchos defensores de los tres palos que han sabido incluir su nombre en los libros grandes del club. Y justamente, si se habla de la década del 90’, Germán Burgos es uno de los primeros que se viene a la cabeza.
A pesar de no haber surgido de las inferiores del Millonario, el Mono, como fue apodado justamente en Núñez, llegó siendo relativamente joven. Con 24 años, y tras un exitoso paso por Ferro, el guardameta se puso a las órdenes de Daniel Passarella. Inmediatamente, el arquero demostró que estaba a la altura, y comenzó a dejar su sello.
Tal es así que en ese mismo año, levantó el primero de los seis títulos que consiguió en River. Y luego de un 1995 sin ninguna consagración, llegaron los años dorados del club. Con Germán Burgos en el arco, el equipo de Ramón Díaz conquistó múltiples campeonatos en los años subsiguientes, entre los que destacan la Copa Libertadores de 1996 y la Supercopa Sudamericana de 1997.
Pero una de las cuestiones que más lo identificaba era su “locura” para atajar, lo cual cautivó a todos los riverplatenses. Sin embargo, su vínculo con el Millonario finalizó en 1999, cuando partió rumbo a España para sumarse al Mallorca y posteriormente al Atlético de Madrid. En esos cinco años en lo que estuvo en Núñez, el arquero supo dejar marca.
Es por eso que este 16 de abril, el día en el que está cumpliendo 53 años, todo el mundo River le dejó un saludo a Germán. Si bien es cierto que hay otros nombres que aparecen por encima suyo en la lista de grandes guardametas, no queda duda de que Burgos es uno de los más emblemáticos de la historia del club.