Durante la primera mitad Argentina fue más que su rival. Llegó en varias oportunidades con peligro al arco de la Vinotinto, aunque le costó horrores abrir el resultado. Una de las chances más claras se dio tras una enorme asistencia de Claudio Echeverri, pero Santiago Castro no logró superar a Samuel Rodríguez y la igualdad se mantuvo.
Por lo menos hasta el minuto 16, tras un intento de centro de David Martínez que terminó metiendo en su propio arco Leandro Brey. Por este mismo medio llegó el empate de la Celeste Blanca: un flojo centro de Valentín Barco cayó en la cabeza del defensor venezolano Carlos Vivas, quien no escuchó el grito de su arquero y se llevó puesta la pelota para el 1 a 1.
Sobre el cierre de la primera mitad hubo tiempo para una última jugada insólita: después de un “intercambio” de pelotazos entre Valentín Barco y Bryant Ortega, el árbitro repartió una tarjeta roja para cada lado. En consecuencia, Argentina y Venezuela terminaron el primer tiempo con diez jugadores, y con mucho espacio para correr en los metros finales.
Así lo aprovecharon ambas Selecciones durante el segundo tiempo, aunque fue el equipo de Javier Mascherano quien capitalizó su oportunidad. Tuvo lugar gracias a un gran jugada de Baltasar Rodríguez, quien en complicidad con Santi Castro, dejó en soledad a Thiago Almada dentro del área. Con mucha tranquilidad, la joya de la Major League Soccer no perdonó y selló el 2 a 1.
Ya sin Claudio Echeverri y Pablo Solari en el terreno de juego (ambos fueron reemplazados en el complemento), la Albiceleste empezó a jugar con el resultado. De igual manera Venezuela logró incomodar a la última línea argentina, que sufrió por los envíos largos a espaldas de su banda derecha. Sin embargo, la igualdad llegó por otro medio.
Fue sobre el cierre del compromiso, cuando Venezuela tiró un centro al área con la intención de complicar a la última línea albiceleste. Pese a que había pasado el peligro, desde el VAR llamaron al árbitro por un “manotazo” de Gonzalo Luján. Ante la sorpresa del banco argentino, el ecuatoriano marcó la pena máxima, expulsó al defensor y le dio una vida más a la Vinotinto. Así llegó el empate final, que como era de esperar, desató la furia de los jugadores que fueron más visitantes que nunca: de no creer.