A River no sólo le está costando desarrollar el estilo de fútbol que pretende plasmar en cancha Marcelo Gallardo. Sino que además no le resulta tan sencillo marcar goles. Una clarísima consecuencia de la partida de Julián Álvarez, el que convertía en festejo todo aquello que le pasaba cerca de su botín. Con flojos números, deberá corregir algunas falencias…
El post Julián está resultando difícil de transitar: los números marcan que la contundencia del cordobés era contagiosa. Durante este año irregular, con él en cancha River marcó un promedio de 2,13 goles por partido jugado. Él fue autor de 18 de los 64 gritos del primer tramo del año, un registro que se interrumpió a partir del empate 0-0 ante Vélez en el Monumental.
Luego de la partida de Álvarez entre los atacantes marcaron ocho goles de 29 (es decir, el 27,58 % de los goles; una media muy similar a la que absorbía Julián: 28,1%). Y el promedio de gol por encuentro de River bajó a 1,61 cada 90 minutos según datos de Olé. Y si el registro no es menor fue por el estallido de Pablo Solari previo a su lesión, quien aportó siete gritos y es goleador del semestre.
En esa línea, el peso ofensivo de sus dos centrodelanteros –Miguel Borja y Lucas Beltrán– difiere del que tenía Julián. El colombiano mezcla su contundencia -cuatro goles- con cierta pasividad. Mientras que Beltrán -otros cuatro- juega mucho más para el equipo que para el arco contrario. De hecho, patea menos al arco por estar más tiempo de espaldas que de frente.
Juntos apenas funcionaron ante Aldosivi (un gol cada uno). Luego, muy poco: hasta llegaron a ir ambos al banco (frente a Boca). Aunque las dificultades de Borja y Beltrán también se explican por la baja tasa de efectividad de River al momento de centrar. De 360 centros de jugada en el torneo apenas 66 fueron exitosos, lo que señala una tasa del 18% de eficacia.