El miércoles 17 de diciembre de 1997, el equipo dirigido por Ramón Díaz venció al Sao Paulo FC en el Monumental y se coronó campeón. Esta copa, que la jugaban los campeones de la Copa Libertadores, era la única que faltaba en las vitrinas de River. Luego de este logro, cuatro días más tarde, se alzaría con el Torneo Apertura, obteniendo un nuevo tricampeonato, relegando al clásico rival al segundo lugar.
Fue una alegría diferente, más plena, más confiada, por varias razones. La obtención de este torneo era algo sobre lo que se venía hablando mucho con Alfredo Davicce, porque era su último año como presidente del club. Era de los pocos títulos que le faltaba ganar. También lo conversaron mucho entre los jugadores, sobre todo a medida que fueron pasando los partidos y que el equipo se consolidaba y alcanzaba un nivel de perfección que no habían tenido antes.
El partido de ida de aquella final se disputó en el Estadio Morumbí de Sao Paulo y finalizó 0-0, por lo que el Estadio Monumental se preparó para la gran final. El encuentro decisivo estuvo cargado de emociones. A los 10 minutos de juego, Enzo Francescoli desaprovechó un penal, aumentando el nivel de nerviosismo de los hinchas presentes. El desahogo parcial llegaría al minuto de comenzada la segunda parte.
Marcelo Salas puso el 1-0. Sin embargo, cinco minutos más tarde, la noche parecía complicarse con el empate anotado por Dodó. Pero finalmente, sobre el minuto 13, una genialidad del Matador dentro del área le dio la victoria y la Supercopa al Millonario. Una noche soñada para el delantero Riverplatense que gracias a su doblete se pudieron quedar con la victoria y un nuevo título para el equipo.
El doblete de Ramón Díaz
El técnico Millonario se consagró campeón de la Libertadores y de la Recopa al año siguiente. En la Libertadores, cada partido fue difícil y debió esforzarse el equipo por dar lo mejor y ganar el partido. Sin embargo, en la Supercopa, según el Riojano, River pudo brindar un buen nivel futbolístico tanto en el partido de ida como en el de vuelta y eso fue lo que lo dejó contento y tranquilo cuando el arbitro pitó el final del encuentro.
