Sobran las palabras para Gonzalo Montiel. Llora un país, se conmueven los hinchas de River y se inflan el pecho. Al igual que como contra Países Bajos, el lateral ingresó en el segundo tiempo del tiempo suplementario, le tocó sufrir demasiado con Kingsley Coman y en oportunidades con Kylian Mbappé. Pero el destino le tenía preparada una parada una brava: patear el penal que podía significar la consagración en la Copa del Mundo. Modo no look y campeonato asegurado.
¿Ustedes creyeron que no iban a levantarse? Pero por favor. La final se definió desde el punto del penal. Y Gonzalo Montiel recorrió esos eternos metros entre el círculo central y el punto de los doce pasos. Nunca lo miró al arquero francés y en su cabeza ya sabía lo que iba a hacer. Ni siquiera titubeó, nunca hubo ni un atisbo de duda en ese lapso.
Y la historia terminó con final. Montiel comenzó la carrera, abrió el pie como lo hace siempre y la cruzó, sin mirar jamás a Lloris. Sí, a una especie de no look, como de esos que inventó en River, y desató la locura absoluta de los miles de hinchas presentes y de los que están lejos. Argentina campeón del mundo de la mano del lateral.
La estadística es totalmente abrumadora. 10 penales pateados en su carrera, 10 convertidos. Montiel nació para estos momentos de muchísima tensión, nerviosismo y en donde las papas queman. No tuvo el rendimiento esperado, pero bajó la cabeza, apretó los dientes y logró abstraerse del contexto de tal magnitud en Qatar.
Tal como hacía en el barrio, en su querido González Catán, Montiel pateó con una categoría admirable. Un penal que quedará en los libros dorados de la historia de nuestra Argentina. Pasarán los años y los hinchas hablarán del penal de un tal Gonzalo Ariel que le dio el primer Mundial a Messi. Gracias Gonzalo, sos un orgullo para muchos.