El cierre de 2025 encontró a River y Boca levantando sus copas, pero con sensaciones muy diferentes. El calendario marca el mismo fin de año para todos, aunque no todos llegan parados en el mismo lugar. Mientras en La Ribera el brindis se hace con la tranquilidad de haber asegurado un lugar en la Copa Libertadores 2026, en Núñez la escena es más incómoda, con la Copa Sudamericana como único horizonte internacional y la sensación de haber quedado en deuda.
Para el eterno rival, planificar un año con Libertadores cambia todo. No solo desde lo económico y lo deportivo, sino también desde la mentalidad. La exigencia es mayor, los márgenes de error se achican y cada decisión se toma pensando en volver a pelear por el tÃtulo después de tantos años. Y si bien esta exigencia es mayor, también ordena.
River, en cambio, encara el 2026 desde un escenario mucho menos ambicioso. La Sudamericana aparece como un premio menor para un club acostumbrado a protagonizar el máximo certamen continental en los últimos años. Esto obliga a planificar algo distinto desde el primer dÃa, exponiendo un retroceso en las aspiraciones deportivas con un plantel armado para pelear por objetivos que nunca llegaron.
El contraste también se percibe puertas adentro. En Boca, el cierre de año trae alivio y una base sobre la cual construir, incluso después de un 2025 irregular. En River, el brindis llega con preguntas abiertas, decisiones postergadas y la necesidad de reconstruir credibilidad futbolÃstica. No es lo mismo proyectar desde un logro que hacerlo desde una resignación.
Un brindis con sensaciones distintas en River y Boca
Mientras Boca levantará la copa en la medianoche del 1 de enero mirando de reojo el sorteo de la Libertadores, River brinda pensando en cómo volver al lugar del que se cayó. Esto también se ve reflejado en la pretemporada y en la búsqueda de refuerzos, con el Millonario buscando soluciones de inmediato, mientras el rival de toda la vida parece afrontar la búsqueda de fichajes sin apuro.
