Durante 2025, tanto Boca como River atravesaron momentos de crisis futbolÃstica y resultados que quedaron lejos de las expectativas. Sin embargo, la manera en la que cada club decidió gestionar ese escenario marcó una diferencia clave en el cierre del año. Mientras en La Ribera se avanzó con una limpieza del plantel en el momento justo, en Núñez se optó por estirar decisiones que hoy pesan y explican, en parte, por qué uno jugará la Copa Libertadores y el otro no.
El equipo de La Ribera entendió que ciertos ciclos estaban agotados. AsÃ, las salidas de referentes como Sergio Romero, Marcos Rojo y Frank Fabra terminó por descomprimir un vestuario tenso, y permitió una renovación real. Lejos de aferrarse a nombres por historia o peso simbólico, el club priorizó el funcionamiento y el futuro inmediato, aun pagando el costo de decisiones fuertes en pleno proceso de reconstrucción.
En River ocurrió lo contrario. La dirigencia y el cuerpo técnico sostuvieron durante gran parte del año a futbolistas de peso como Miguel Borja, Enzo Pérez y Nacho Fernández, incluso cuando el rendimiento ya no respaldaba su presencia. Recién ahora, con el 2025 perdido y sin Libertadores 2026 comenzó la depuración, con los hinchas sintiendo que estas decisiones llegan tarde y forzadas por el contexto.
El contraste no es menor si se piensa en el impacto deportivo y anÃmico. Boca, con un plantel más liviano y con roles redefinidos, logró acomodarse en el tramo final y asegurar su lugar en la máxima competencia continental. River, en cambio, cerró el año cargando una mochila pesada, y con un plantel que será depurado, pero para jugar la Copa Sudamericana.
River demoró en depurar, y la consecuencia será la Copa Sudamericana
Boca asumió el golpe, ajustó a tiempo y salió fortalecido rumbo a la Libertadores. River demoró la reacción y hoy paga las consecuencias, obligado a reconstruirse desde un punto más bajo y con la Sudamericana como único consuelo.