Hay jugadores que nacen con los colores de la camiseta de River en la sangre. Ariel Ortega nació para vestir el manto sagrado del “Millonario”, sus gambetas, su cintura, sus goles, sus caídas y sus problemas fuera del campo de juego; convirtieron al “Burrito” en un ídolo de muchas generaciones.
El comienzo de su carrera fue brillante, plagado de títulos y equipos estelares, logró meterse en la nómina de jugadores que viajaron a Estados Unidos para disputar el Mundial 1994 luego de “Bailar” a Mac Allister en un superclásico. Posteriormente ganaría títulos internacionales con River, disputaría dos mundiales más y dejaría pinceladas de su calidad en Europa.
Su último regreso a River fue majestuoso. Venía de estar sancionado por la FIFA, a causa de escapar de Turquía e incumplir su contrato con el Fenerbahçe, salir campeón en Newell’s y festejar frente a River “Obligando” a que la dirigencia lo traiga de vuelta.
Sucedió en 2006. La dirigencia del “Millonario” abonó la suma de US$1.500.000 a Newell’s, en concepto de la totalidad de su ficha, además de la deuda que el conjunto rosarino mantenía con Fenerbahçe. La deuda con el club turco era de 680 mil euros, pagados por River mediante una ayuda a la AFA.
Magia intacta
Ocurrió exactamente un 5 de noviembre, pero del año 2006. River le ganaba 3-0 a San Lorenzo, cuando el entrenador, Daniel Alberto Passarella, llamó al “Burrito” para que ingresara en el encuentro. Era la fecha 14 del Torneo Apertura de ese año, Ortega tenía 32 años y venía un importante lapso de inactividad; ingresó por Fernando Belluschi.
“La adelantó y se escapó, que bárbaro, Chango, hacelo y me muero… Hacelo y me muero, Chango”, comenzaba su relato Atilio Costa Febre, para las emisoras radiales de aquella época.
Ortega robó un despeje de River con una gambeta para iniciar su carrera inmortal hacia el arco de Sebastián Saja, su ingenio y capacidad aparecieron de nuevo en el Monumental. “La tiró por arriba… ¡Me voy! ¡Me voy! Basta para mí, te quiero hasta el final de nuestras vidas. Te amo futbolísticamente, siempre fuiste mío, Ariel… Un gol increíble”, inmortalizó Costa Febre.