Desde el juego y lo futbolístico, River tocó fondo este pasado miércoles en el Monumental. Flojísimo juego, errores defensivos que no se pueden cometer. Salvo un tramo del segundo tiempo en el que empujó y se sintió cómodo, el equipo de Marcelo Gallardo volvió a repetir falencias contra Banfield. Derrota 2-1 y un gesto final del entrenador que sorprendió a todos.
Banfield se ordenó y lastimó muy pocas veces. Y en esas escasas ocasiones, aprovechó cada traspié de los de Marcelo Gallardo para conseguir la victoria. Prácticamente, un adiós a la lucha por el campeonato y un equipo que no levanta cabeza. Ni desde la propuesta futbolística ni tampoco desde el ánimo y no encuentra respuestas.
River necesitaba ganar casi como sea, porque venía de perder el superclásico. Pero también porque los tres puntos le iban a permitir seguir a tiro de Atlético Tucumán, el líder del torneo. No solo que no lo hizo, sino que empeoró lo sucedido en La Bombonera. Porque a la falta de rebeldía, le sumó un déficit alarmante en la generación de juego y la creación de los ataques.
Se repitió en centros sin sentido, demasiados choques y en el fondo volvió a quedar endeble, con un Elías Gómez totalmente perdido. Consumada la derrota, los jugadores quedaron lamentándose en el centro de la cancha. En ese preciso instante, Gallardo, que habitualmente sale disparado para el vestuario luego del pitazo final, se acercó hasta el círculo central para acompañar a sus dirigidos.
Allí, puso su mano en la cabeza de algunos, como consolándolos, abrazó a otros y los siguió en el camino hacia los vestuarios. Sí, un claro signo de respaldo. En las buenas y en las malas mucho más dice el dicho. Y el entrenador lo tiene claro, por eso intentó absorber la situación incómoda de volver a perder en el estadio Monumental.