Sin dudas, la última edición del Superclásico del fútbol argentino marcó un antes y un después tanto para River como para Boca. El conjunto de Claudio Úbeda venció 2-0 al equipo de Marcelo Gallardo en La Bombonera, en un resultado que no solo fue determinante para sellar su clasificación a la Copa Libertadores 2026, sino que también terminó de delinear los objetivos y el contexto en el que ambos clubes afrontarán el próximo año.
A partir de ese triunfo, el equipo de La Ribera logró cerrar el 2025 desde un lugar mucho más tranquilo. No solo volvió a meterse en la Copa tras dos años de ausencia, sino que también encontró una base futbolÃstica que le permitió terminar el año en alza, pese a un contexto general adverso. El clásico les funcionó como un punto de apoyo anÃmico y deportivo, que hoy le permite encarar la pretemporada con menos urgencias.
Del otro lado, en River el impacto fue completamente distinto. La derrota profundizó una sensación de desconcierto que el equipo arrastraba desde hace meses. A partir de ese 2-0, el cierre de 2025 se volvió incómodo: sin tÃtulos, sin clasificación a la Libertadores y con la obligación de replantear objetivos de cara a un 2026 que llegará con más presión que certezas.
AsÃ, el Superclásico terminó funcionando como una bisagra para ambos proyectos. Mientras Boca utiliza ese triunfo como respaldo para planificar un 2026 con objetivos claros y competencia internacional asegurada, en River el calendario obliga a convivir con la urgencia. La necesidad de reconstruir, responder rápido y recuperar terreno perdido marca el pulso del próximo año para el equipo de Gallardo, que ya no puede permitirse tropiezos prolongados.
El clásico afectó el brindis de fin de año en River
No fue solo un partido ni un resultado aislado. El 2-0 todavÃa pesa en Núñez, porque más allá del marcador, dejó expuesta una diferencia de momentos que hoy condiciona el futuro inmediato. Boca brindó con alivio; River, con cuentas pendientes.


